Toda persona conocida ha sido arrasada por un virus, pero hete aquí que los caídos vuelven para atormentar a nuestro protagonista en forma de, ¿zombis? Ja, ¡vampiros! Supera eso. Ah, el héroe no es un científico militar, es un obrero de un pueblo perdido en la nada estadounidense; no busca curas imposibles, sobrevive; no pretende salvar a la Humanidad, no sabe qué hacer; no es un libro de acción, es más bien un libro de desesperación.
Si piensas en el genero vampírico, y te vienen a la mente los hormonados 'crepúsculos' y la aún más hormonada 'True Blood', olvídate porque aquí no hay nada del tema. Angustia, terror, si. Hombres lobo y vampiros sexys, no.
Lo sé, es el problema de la ciencia ficción: ‘¿vampiros?¿zombies?¿dragones?¿naves espaciales?, es poco realista, no me siento cerca de la historia’. Pero como en las buenas obras de ciencia ficción, la situación fantástica no es el fin del libro, sino una excusa para abordar nuestros problemas cotidianos: la soledad, la desesperación, los remordimientos y en última estancia, qué está bien, qué está mal, y si nuestro punto de vista, simplemente por el ser el nuestro, es el correcto.
La peli de Will Smith es otra de zombies. Este libro es único.